4.
Juan.
Ver com. vers. l. El hecho de que el escritor no sienta la necesidad de una mayor identificación, demuestra que era bien conocido en las iglesias "en Asia". Es también un testimonio de la autenticidad del libro porque es de esperar que otro escritor que no fuera Juan, a quien los creyentes "en Asia" conocían por este nombre, pretendiera tener autoridad y poder. La sencillez con que el escritor se refiere a sí mismo coincide con la humilde actitud del escritor del Evangelio de Juan.
A las siete iglesias.
Desde aquí hasta el fin del cap. 3, el Apocalipsis se parece por su forma a una carta antigua, o más bien a una serie de cartas. Esta sección epistolar es una introducción al resto del libro, que se caracteriza por una sucesión de visiones dramáticas. Para un comentario sobre el uso del número "siete" en el Apocalipsis y acerca de las siete iglesias, ver com. cap. 1:11.
Asia.
Es decir, la provincia romana de Asia, territorio de unos 500 km de este a oeste y 420 km de norte a sur, en la parte occidental de Asia Menor, en la actual república de Turquía . En los tiempos helenísticos esa región se transformó en el importante reino de Pérgamo, destacado centro de la cultura helenística. Asia siguió siendo un centro importante de la cultura greco-romana en los tiempos del NT. Pablo pasó muchos meses allí (Hech. I8: 19-21; 19: 1, 10), y el éxito de sus labores en esa región es evidente porque tres de sus epístolas fueron dirigidas a los cristianos que vivían en ese territorio (Efesios, Colosenses, Filemón). Su primera Epístola a Timoteo, que estaba entonces a cargo de la iglesia de Efeso y tal vez de las iglesias de toda la provincia, es una prueba de que allí había una comunidad cristiana bien establecida. Pablo era el apóstol de los gentiles, y es probable que los miembros de estas iglesias de la provincia romana de Asia fueran en su mayoría gentiles.
Después de que la congregación cristiana de Jerusalén fue esparcida poco antes de 70 d.C., parece que Asia aumentó en importancia como centro del cristianismo. Sin duda se debió a la presencia y dirección del apóstol Juan quien, según la tradición, residía en Efeso y viajaba por la región circundante, "aquí para nombrar obispos, allí para poner en orden iglesias enteras, y allá para ordenar a los que eran indicados por el Espíritu" (Clemente de Alejandría, ¿Quién es el rico que se salvará? xlii). Esta declaración parece reflejar una relación íntima entre el apóstol y las iglesias de Asia.
Gracia y paz.
Gracia. Gr. járis, "buena voluntad", "favor" o "gracia", no la palabra común para saludarse usada en las cartas escritas en griego. El saludo común era jáirein, una expresión de deseo de salud y prosperidad. Jáirein aparece en el NT en la carta de Lisias al gobernador romano Félix (Hech. 23: 26) y en la Epístola de Santiago (Sant. 1: 1). En ambos casos a veces se ha traducido "salud" (BC, RVR). Jáirein, como se traduce en 2 Juan 10, "bienvenido", "salud" (BC), indica que los cristianos estaban acostumbrados a saludarse mutuamente en esta forma (ver Mat. 26: 49; 27: 29; 28: 9; Mar. 15: 18; Luc. 1: 28; Juan 19: 3, donde jáire y jáirete se traducen como "salve").
Paz. La forma usual hebrea para saludar era shalom, "paz", o shalom leka, "paz a ti" (Gén. 29: 6; 43: 23; Dan. 10: 19; Luc. 10: 5-6; etc.). Jesús saludó en esta forma a sus discípulos reunidos después de la resurrección (Juan 20: 19, 26).
La vida, muerte y resurrección de Cristo habían dado un nuevo significado a estos dos antiguos términos familiares. "Gracia" ahora se entendía como el amor redentor de Dios en Cristo (2 Tim. 1: 9). "Paz" era ahora la paz con Dios mediante la redención (Rom. 5: l). "Gracia" y "paz" se convirtieron con este significado cristiano en el saludo habitual de Pablo en todas sus epístolas (1 Cor. 1: 3; 2 Cor. 1: 2; Gál. 1: 3; Efe. 1: 2; Fil. 1: 2; Col. 1: 2; 1 Tes. 1: 1-2; 2 Tes. 1: 2; File. 3; cf. 1 Tim. 1: 2; 2 Tim. 1: 2; Tito 1: 4). Pedro y Juan también usaban saludos similares (1 Ped. 1: 2; 2 Ped. 2; 2 Juan 3; Apoc. 1: 4).
Se ha sugerido que este saludo derivó de una combinación del saludo común griego jáirein, "salud" (como en Sant. l: l), y el saludo hebreo shalom, en su equivalente griego eir'en', "paz".Jáirein probablemente tiene relación con járis, "gracia", el término más religioso que se usa aquí. "Gracia" y "paz" aparecen comúnmente en los saludos de las antiguas epístolas cristianas, y juntas sin duda constituyen una forma característica de saludo de la iglesia apostólica.
Del que es.
Gr. ho Çn, "el que es", expresión sin duda tomada de Exo. 3:14 según la LXX, donde se usa para traducir el nombre divino YO SOY. Esta expresión implica, como en hebreo, existencia de Dios sin límite alguno de tiempo. El texto griego presenta un error gramatical, pues a la preposición apó, "de parte de", "del", debe seguir el caso genitivo y no el nominativo, que se usa aquí. Sin embargo, esto no demuestra que Juan ignoraba la gramática; su negativa de declinar en griego la palabra que representa al Ser divino quizá fue una manera sutil de destacar la absoluta inmutabilidad de Dios. Por el contexto de los vers. 4 y 5 es claro que la frase en cuestión se refiere al Padre.
Que era.
Dios ha existido desde toda la eternidad (Sal. 90:2).
Que ha de venir.
O "el que viene". La tríada "que es", "que era" y "que ha de venir" indica que la tercera frase es un sustituto futuro del verbo, que equivale a decir "que será". Se ha sugerido que también se refiere a la segunda venida de Cristo. Esta interpretación, verbalmente posible, no concuerda con el contexto, el cual muestra que éste no era el pensamiento del autor.
La referencia al Padre expone su eternidad y declara que el mismo Ser que ahora continuamente existe, siempre ha existido y siempre existirá. La existencia personal de Dios trasciende al tiempo, pero una eternidad infinita sólo puede ser expresada en palabras humanas por medio de términos limitados y temporales como los que aquí emplea Juan.
Siete espíritus.
En cuanto al significado del número "siete" en el Apocalipsis, ver com. vers. 1 l. Estos siete espíritus también se describen como siete lámparas de fuego (cap. 4:5) y como los siete ojos del Cordero (cap. 5:6). La relación de los "siete espíritus" con el Padre y con Cristo, como que también fueran la fuente de la gracia y paz del cristiano, implica que representan al Espíritu Santo. El nombre de "siete" tal vez es una expresión simbólica de su perfección, y también puede implicar la variedad de dones por medio de los cuales obra en los seres humanos (1 Cor. 12:4-11; cf. Apoc. 3: 1).
Delante de su trono.
Es decir, delante del trono "del que es, y que era y que ha de venir". Esta posición tal vez signifique disposición para un servicio inmediato. Ver com. cap. 4:2-5.
5.
Jesucristo.
Ver com. vers. 1. Los otros miembros de la Deidad ya han sido mencionados en el vers. 4.
Testigo fiel.
En el texto griego este título está en aposición con "Jesucristo", que aparece en el caso genitivo-ablativo. Normalmente estas palabras deberían estar en el mismo caso; sin embargo quedan, como el título divino para el Padre (ver com. vers. 4), aquí en caso nominativo, sin cambio ninguno. Algunos sugieren que Juan implica así la divinidad de Cristo y su igualdad con el Padre ver Nota Adicional de La Naturaleza y Persona de Cristo).
Cristo es el "testigo fiel" porque es el representante perfecto del carácter, la mente y la voluntad de Dios delante de la humanidad . Su vida sin pecado en la tierra y su muerte como sacrificio testifican de la santidad del Padre y de su amor (Juan 14:10).
Primogénito.
Gr. prÇtótokos, "primogénito". Jesús no fue cronológicamente el primero que resucitó de entre los muertos, pero puede considerarse como el primero en el sentido de que todos los que resucitaron antes y después de él, fueron liberados de las ataduras de la muerte sólo en virtud del triunfo de Cristo sobre el sepulcro. Su poder para poner su vida y para volverla a tomar (Juan 10: 18) lo coloca en una posición superior a todos los otros hombres que hayan salido alguna vez de la tumba, y lo caracteriza como el origen de toda vida (Rom. 14:9; 1 Cor. 15:12-23). Este título, como el que sigue, refleja el pensamiento de Sal. 89:27.
Soberano.
O "gobernante". Este mundo pertenece legítimamente a Cristo. Cristo triunfó sobre el pecado y recobró la heredad que perdió Adán, y es el gobernante legítimo de la humanidad (Col. 2:15; cf. Col. 1:20; Apoc. 11: 15). En el día final todos los seres humanos lo reconocerán como tal (Apoc. 5:13). Pero ya sea que se lo reconozca o no, Cristo ha tomado el dominio de los asuntos terrenales para el cumplimiento de su propósito eterno. El plan de la redención, que se ha convertido en una verdad histórica mediante su vida, muerte y resurrección, ha ido avanzando paso tras paso hacia el gran día del triunfo definitivo. Ver Apoc. 19:15-16.
Que nos amó.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "que nos ama" . El amor de Dios, revelado en Jesucristo, es ahora un hecho histórico; pero él "nos ama" ahora tanto como cuando entregó la dádiva suprema de su Hijo.
Lavó.
La evidencia textual favorece la variante "soltó"; "libertó" (BA). Esta diferencia sin duda surgió por la similitud entre las palabras griegas lóuÇ, "lavar", y lúÇ, "soltar". Ser "soltado" de los pecados es ser libertado del castigo y del poder del pecado .
Con su sangre.
O "por su sangre", es decir por la muerte de Cristo en la cruz. Fue un sacrificio vicario (ver Isa. 53:4-6).
6.
Reyes y sacerdotes.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "un reino, sacerdotes" , quizá una alusión a Exo. 19:6 (cf. Apoc. 5: 10). Cristo ha constituido a su iglesia en un "reino" y a sus miembros individuales en sacerdotes. Ser miembro del reino es ser "sacerdote". Compárese con el "real sacerdocio" de 1 Ped. 2: 9. Los que han aceptado la salvación en Cristo, constituyen un reino cuyo rey es Cristo. Es una referencia al reino de la gracia divina en los corazones de los seres humanos . Un sacerdote puede ser considerado como uno que presenta ofrendas a Dios (cf. Heb. 5: l; 8:3), y en este sentido todo cristiano tiene el privilegio de presentar "sacrificios espirituales" -oración, intercesión, acción de gracias, gloria- a Dios (1 Ped. 2:5, 9). Como cada cristiano es un sacerdote, puede acercarse a Dios personalmente, sin la mediación de otro ser humano, y también acercarse -interceder- por otros. Cristo es nuestro mediador (1 Tim. 2:5), nuestro gran "sumo sacerdote", y por medio de él tenemos el privilegio de llegarnos "confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Heb. 4:15-16).
A él sea gloria.
Literalmente "a él la gloria" ,es decir, a Cristo (vers. 5). El artículo definido que acompaña al sustantivo sugiere una gloria específica, quizá la gloria total.
Imperio.
El atribuirle "imperio" a Cristo es reconocerlo como el gobernante legítimo del universo. Después de la resurrección recibió "toda potestad... en el cielo y en la tierra" (ver com. Mat. 28:18). Cristo merece la alabanza siempre continua de la humanidad como agradecimiento por su triunfo sobre el pecado y la muerte (Col. 2:15). Satanás había puesto en tela de juicio el derecho de Cristo a la "gloria" y al "imperio", pero éstos pertenecen legítimamente a Cristo. Con esta doxología o atribución de alabanza, termina Juan el saludo en su carta (Apoc. 1:4-6).
Por los siglos de los siglos.
Gr. eis tóus aiÇnás tÇn aiÇnÇn, "para los siglos de los siglos" y por lo tanto, "para siempre". Juan no percibe límite alguno de tiempo al derecho de Cristo a la "gloria e imperio".
Amén.
Gr. Amén, del Heb. 'amen, "firme", "establecido", "seguro". Según el sentido del hebreo, el 'amen significa una respuesta confirmatorio y enfática a lo que dice otra persona (Núm. 5: 22; Deut. 27: 15-16; etc.). Se le da el mismo sentido en el NT(1 Cor. 14: 16). Se emplea el amén con frecuencia en el NT al final de una doxología (Rom. 1: 25; Gál. 1: 5; etc.). Pero es peculiar de Jesús la forma en que usa el amén para confirmar lo que él mismo dice y para darle más énfasis. El comienza muchas de sus expresiones diciendo: "De cierto os digo" (Mat. 6: 2, 5, 16; etc.), o, como aparece en el Evangelio de Juan (25 veces), "de cierto, de cierto te digo" (Juan 3: 3, 5, 11).
7.
He aquí que viene.
Después de terminar el saludo en el vers. 6, Juan anuncia el tema del Apocalipsis: la segunda venida de Cristo. Esta es la meta hacia la cual se mueve todo lo demás. Es significativo que Juan use el tiempo presente, "que viene", con lo cual destaca la certeza del acontecimiento, quizá también su inminencia (ver com. vers. 1).
Con las nubes.
Hech. 1:9-11. Cristo regresará del mismo modo: "sobre las nubes" (Mat. 24: 30; 26: 64; Apoc. 1: 7). Innumerables multitudes de ángeles acompañarán a su Señor cuando venga en gloria (Mat. 25: 31). Jesús volverá en la misma forma en que se fue (Hech. 1: 11).
Traspasaron.
Gr. ekkentéÇ. Esta palabra la usa Juan en su Evangelio (cap. 19:37) cuando cita a Zac. 12:10. Los traductores de la LXX sin duda se equivocaron al leer en Zac. 12:10 la palabra hebrea daqaru, "traspasaron", como raqadu, "danzaron en triunfo", y así la tradujeron al griego. El Evangelio de Juan es el único en donde se registra que el costado de Jesús fue herido por un lanzazo (Juan 19:31-37). Este punto de similitud entre los dos libros es una evidencia indirecta de que el Apocalipsis fue escrito por la misma mano que redactó el cuarto Evangelio. Aunque Juan sin duda escribe en griego, no tiene en cuenta la LXX en ambos casos, y da una traducción correcta del hebreo. La afirmación de Apoc. 1:7 claramente implica que los responsables de la muerte de Cristo serán levantados de entre los muertos para presenciar su venida en gloria (ver Dan. 12:2). Durante su enjuiciamiento Jesús advirtió a los dirigentes judíos en cuanto a este temible suceso (Mat. 26:64).
Lamentación.
Literalmente "se cortarán", referencia a la costumbre antigua de cortar o herir el cuerpo como señal de tristeza. En sentido figurado, como aquí, describe el dolor más bien que la acción física de herirse el cuerpo. Refleja el remordimiento que se apoderará de los impíos (ver Jer. 8:20).
8.
Yo soy.
Gr. egÇ eimí, "yo soy". Estas palabras se encuentran repetidas veces en la LXX como la traducción del Heb. 'ani hu', "yo [soy] él", una declaración hecha por Jehová de que él es Dios (cf. Deut. 32: 39; Isa. 43: 10; 46: 4). Juan consigna que Jesús usó esta declaración repetidas veces en momentos cruciales de su vida. Por eso, al afirmar su preexistencia divina, declaró: "Antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8: 58). Al predecir que iba a ser traicionado, dijo a sus discípulos: "Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy" (cap. 13: 19); y cuando fue acosado por Judas y los soldados en el huerto, en respuesta a los que decían que buscaban a Jesús de Nazaret, otra vez afirmó: "Yo soy" (cap. 18: 5). Refiriéndose a este último caso, Juan añade: "Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra" (vers. 6). Si bien es cierto que en muchos contextos las sencillas palabras "yo soy" quizá no debieran tomarse con un significado especial (cf. cap. 6: 35; 8: 12), sin embargo, cuando Jesús las usó en un momento de crisis al declarar su identidad, parecen tener un significado similar a las del AT, y son una afirmación de su deidad. En algunos casos, ésta parece ser claramente la verdad (cap. 8: 58; 13: 19; 18: 5).
El Alfa y la Omega.
La primera letra y la última del alfabeto griego; es como si dijéramos: "desde la A hasta la Z". La frase indica integridad, plenitud, y tiene el mismo significado que "el principio y el fin, el primero y el último" (cap. 22:13). En este caso el que habla es "el Señor, el que es y que era y que ha de venir", identificado como Dios el Padre (ver com. cap 1:4); sin embargo, en los vers. 11-18 la expresión "el Alfa y la Omega" se identifica claramente con Cristo, quien también declara que es "el primero y el último". En el cap. 22:13 la frase "el Alfa y la Omega" se refiere a Cristo, lo que es evidente por el vers. 16. El Padre y el Hijo comparten estos atributos eternos .
Principio y fin.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras aquí y en el vers. 11, pero su inclusión en el cap. 22:13 está establecida.
El Señor.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "Señor Dios".
Que es.
Ver com. vers. 4.
Todopoderoso.
Gr. pantokrátÇr, "omnipotente". El título se repite con frecuencia en el Apocalipsis (cap. 4:8; 11: 17; 15:3; 16:7, 14; 19:6, 15; 21:22). En Ose. 12:5 (LXX) se usa pantokrátÇr para traducir la palabra hebrea tseba'oth, "ejércitos", comúnmente usada con Yahweh como un apelativo de Dios . Este título recalca la omnipotencia de Dios. Cf. 1 Sam. 1: 11; Isa. 1:9; Jer. 2:19; Amós 9:5.